Foto: Universidad de Cartagena

"La música es la receta para el alma. Hay que tratarnos bonito nosotros mismos".
Así habla Alexandra Yulieth Alcázar Herazo, con la dulzura y la firmeza de quien ha aprendido a transformar su vida en melodía.

Nació en Cartagena hace 25 años y llegó al mundo con una discapacidad visual. Hoy cursa séptimo semestre de Administración Pública en la Universidad de Cartagena, y vive con sus papás, su hermano y su perro Logan, quien la acompaña como un cómplice fiel. Pero más allá de todo eso, Alexandra es música. Su vida entera suena a ritmo, emoción y resistencia.

Desde niña tuvo claro que su mundo vibraba distinto, usaba las ollas como batería y a los siete años ya tocaba la guacharaca con un rayador de cocina. Todo lo ha aprendido por si misma, con el oído atento, el corazón despierto y las manos inquietas. Su tía le regaló una guitarra, y eso fue la puerta por la que se coló su pasión para quedarse por siempre. Con el tiempo, tocó la batería en la iglesia de su barrio y luego, gracias a Ludis Patricia - primera timbalera de Patricia Teherán-, se unió al grupo Las Heroicas del Vallenato.

Cuando inició sus estudios en la Universidad de Cartagena, no dudó en hacer audición para la orquesta. Quería seguir tocando, seguir sintiendo. Y claro, fue seleccionada. Porque cuando Alexandra está frente a una batería, no solo toca: siente, conecta y hace sentir. No necesita ver las partituras, ella escucha el alma del ritmo y lo convierte en pura energía. Su canción favorita es Pecado Original interpretada por la cantante mexicana Ana Gabriel, una combinación entre batería y guitarra eléctrica que para Alexandra es la mezcla perfecta, por las emociones que le despierta escucharla.

Su historia es un canto a la vida. A través de la música ha demostrado que las barreras no existen cuando hay amor, entrega y determinación. Cada presentación suya es una fiesta para el corazón, un acto de valentía, una declaración de que sí se puede, de que siempre se puede. A los jóvenes con alguna discapacidad, los anima a romper paradigmas y a tratarse bonito.

Alexandra no busca admiración, busca compartir lo que siente. Ella dice que la música la ayuda a expresar emociones y a transmitir alegría a quienes la escuchan, y lo logra. Verla tocar la batería es entender que la verdadera luz no entra por los ojos, sino que nace desde adentro.