Foto: Universidad de Cartagena

En los pasillos de la Facultad de Derecho de la Universidad de Cartagena, el aire estaba cargado de tensión, pero también de entusiasmo. Llegaron los días de preparatorios: ese momento crucial en la formación de todo estudiante de Derecho en el que se ponen a prueba los conocimientos adquiridos a lo largo de los años. Una evaluación oral, profunda y exigente, que representa uno de los mayores desafíos académicos antes del grado.

Desde temprano, los estudiantes comenzaron a congregarse frente a la oficina de investigación de la facultad. Algunos repasaban sentencias en voz alta; otros, intercambiaban conceptos clave entre compañeros. Se escuchaban artículos del Código Penal mezclados con risas nerviosas y bromas que apenas disfrazaban la ansiedad. Una risa por aquí, un suspiro por allá y, al fondo, la voz de un docente interrumpía el murmullo:

—“¡Siguiente!” —“¡Listo, vamos con penales con usted!”

Uno a uno, eran llamados a ingresar al salón. Allí, un jurado de docentes los esperaba con preguntas sobre Derecho Civil, Penal, Constitucional, Laboral y otras ramas fundamentales. No se trataba solo de responder: era el momento de demostrar cuánto sabían, cuánto habían madurado como futuros juristas.

Los preparatorios no son simplemente un examen. Son un rito de paso. Una prueba de carácter. Una forma de medir si están listos para enfrentar el ejercicio del Derecho con rigor, ética y compromiso. En la Universidad de Cartagena, este momento se vive con intensidad, orgullo y respeto por la tradición académica.

Al final de la jornada, los abrazos, las lágrimas y las felicitaciones confirmaban que ese pasillo había sido testigo de una pequeña gran victoria. Un paso más hacia la toga. Una historia compartida entre quienes no solo estudian Derecho, sino que deciden convertirlo en su forma de vida.