Foto: Universidad de Cartagena

El pasado viernes 27 de junio se presentó Los niños de la causa, una obra presentada por el grupo de teatro Utopía formado por y para el estudiantado, sacudiendo las emociones del público al retratar un drama sobre el reclutamiento forzado de menores por parte de grupos armados. Esta función se llevó a cabo en la Biblioteca Fernandez de Madrid en el marco del curso de formación Cátedra de la Paz y Justicia Transicional, una iniciativa de la Facultad de Ciencias Humanas en colaboración con la Jurisdicción Especial para la Paz (JEP).

El maestro en artes escénicas y director de teatro Arnaldo Gutierrez pone en escena las historias de niñas y niños que arrebatados de su niñez, son empujados a una guerra que no eligieron. A través de una narrativa cruda y simbólica, se muestra cómo pasan de víctimas a victimarios, en un ciclo de violencia que los despoja de su identidad y humanidad.

Luisa Castro, estudiante de décimo semestre de Comunicación Social y una de las actrices del elenco, compartió la experiencia de interpretar a su personaje: una niña negra víctima de reclutamiento, abuso sexual y aborto forzado. “Fue muy fuerte para mí tomar un personaje que pasó por tantas cosas, no solamente fue reclutada, sino que a través de este reclutamiento fue violada, fue violentada y quedó en un embarazo”, relató conmovida.

La actriz explicó que, aunque en esta versión del montaje su personaje no muere, en el guión original sí lo hace, y que el proceso de construcción fue profundamente emocional: “Lloré, grité, porque duele y estremece saber que vivimos en un país donde es más natural que pasen estas cosas a que ocurran actos de paz”.

El montaje también resalta cómo el poder, una vez entregado a un niño, perpetúa el ciclo de la guerra: “Tú puedes ver cómo van perdiendo esa niñez y se terminan convirtiendo… no en agentes de paz, sino en personas que empiezan a llevar de algún modo esa guerra hacia otros niños”, dijo Luisa, refiriéndose al impacto psicológico y social que deja el conflicto armado en la infancia.

La función no solo conmovió a los asistentes, sino que también abrió un espacio para la reflexión y la memoria colectiva. Esta obra se convierte en un acto simbólico de denuncia y reparación, recordando que el arte puede ser también un vehículo para la verdad, la justicia y la construcción de paz.